29 febrero 2020

Martínez Mengual: "La sensibilidad es como un filtro por el que pasa todo"

Antonio Martínez Mengual
Fotografía: José Carlos Nievas



Ariana G. Company - 27.02.2020

El nuevo proyecto de Antonio Martínez Mengual (Murcia, 1948), titulado Lo Incierto, surge de una experiencia sensorial y de un lugar en Grecia denominado Eleusis, una «referencia a la historia de la mitología y a la diosa Deméter, venerada en el lugar», explica el autor.

Su visita a la ciudad griega, en varias ocasiones, le ha permitido elaborar un amplio proyecto pictórico del que muestra una selección en la galería murciana Chys hasta este viernes, un conjunto de obras cuyo diálogo se extiende desde la arquitectura de la sala hacia el estudio del artista, donde reposan los trabajos preparatorios, bocetos, esquemas, notas, libros y fotografías, fruto de una extensa investigación.

La partes que componen la exposición son cinco, «la primera, formada por personajes representados alrededor de una figuración; después, un espacio que se corresponde con un lugar exacto denominado Pozo de Eleusis; la serie Nocturno; las abstracciones, tituladas El secreto de las palabras y, por último, Misterio, el episodio final», aclara, que resume la idea de la muestra. Pero la visita comienza en el exterior, en el escaparte, donde se exhibe «un paisaje real, una colina con un área arqueológica muy grande que el visitante va recorriendo por partes»; es la obra Rumor antiguo I, una invitación o introducción al tema.

«La figuración está ahí como está aquí –afirma señalando una obra- y después hay un espacio más abstracto, una arquitectura de un templo imaginado y derruido, que también controla la mirada por los colores amarillos, dorados, y su combinación con el negro que se convierte en verde y juega con la estructura», advierte. El color amarillo marca el inicio del recorrido porque aquí la pintura emociona y produce sensaciones: «es un color que a veces está maldito, pero yo lo considero básico y fundamental para elaborar un trabajo».

La obra de Martínez Mengual juega «a sentir la sinestesia –escribe el poeta ciezano Daniel J. Rodríguez en el texto del catálogo editado con motivo de la exposición-. Los pigmentos actúan como palabras que acarician la perfección del verso; el poema torna a luz remota donde el verbo se convierte en un rojo intenso y el adjetivo transmuta en el último azul manchado por la espuma. Aquí el suave susurro del pincel cuando rasga el lienzo deriva en una remota melodía, cantada por los hombres del pasado».

«¿Por qué hay tanto negro y gris?, dirás»- se pregunta a sí mismo. «Porque el episodio es dramático. El origen es una tragedia. Es un secuestro. Pero, ¿quién la secuestra? Ares, dios del inframundo, entendido no como el infierno sino como la parte oculta de la tierra –constata. La hija no está aquí representada porque la tragedia se centra en la madre», sostiene.

Sin embargo, en esa referencia al inframundo no está latente el componente filosófico: «la filosofía viene después. Es el paso siguiente; cuando empieza a celebrarse el culto a la diosa se origina una filosofía de la vida», aclara.
Las fuentes de este proyecto nos conducen a Ovidio y los Himnos Homéricos, que sirven al artista como base teórica, cuya investigación se completa con las visitas al lugar: «ahí aparece lo sensorial, lo filosófico o lo místico, porque hay un sentido de las cosas, de la vida».

Desde esta melodía cromática, la emoción es un componente clave. «Es el origen. Estás allí descubriendo que desde tiempo memorial y durante siglos se ha celebrado una ceremonia que ha permitido el mantenimiento de la veneración de la diosa y el reconocimiento de la tierra, del mundo, que ella otorga a la humanidad al enseñarnos el cultivo de la agricultura, especialmente del cereal».

Un concepto muy amplio que concreta en las obras «básicamente trabajando y tratando de retener esos pensamientos, escribiéndolos o elaborando el trabajo –dice. Son pequeños capítulos (personajes, palabra o tipos distintos de figuración) y mientras trabajas vas pensando qué emoción me produjo, qué me pasó en aquel sitio, qué palabras son las que he leído. Trabajo sobre una mezcla de interpretaciones e información. Y también imagino, porque ese Nocturno es imaginado».




«¿La imaginación conecta con el plano de la abstracción de forma directa?» -pregunto. «Sí, pero la imaginación tiene que estar desde el principio, para la creatividad, para tener el estímulo de buscar tu lenguaje y usarlo para formar la arquitectura de las obras».

Asegura el autor que también existe un factor sorpresa: «tienes que dejarte llevar por el cuadro porque también impone sus ritmos y su idea. No sé si es el cuadro o tu cabeza, tu cerebro, que a veces no controlas. Y también los materiales» –en esta ocasión, acuarelas sobre papel y óleos sobre lienzo, componen este proyecto.

El empleo de la técnica en óleo permite diversos efectos, «consigues diferentes texturas al superponer capas de óleo, o bien con pequeños toques de pincel o con la utilización de paletinas grandes que te van estructurando el cuadro, como esos rojos de ahí [señala la obra Misterio]. Son superficies que van componiendo el plano de la abstracción. Si me preguntas por qué hay tanto rojo te diré: por la tierra, por la fertilidad. Y sobre los verdes, la referencia a la naturaleza es obligada en mi obra».

Observamos una gran sensibilidad en las piezas del artista, una extensión de su personalidad y de su compromiso medioambiental: «siempre hay que poner sensibilidad. Es como un filtro por donde pasa todo. A veces inconscientemente sale. Tú estás trabajando y al final de la jornada te das cuenta de que hay un área donde has puesto una sutileza, más cuidado, más atención. La sensibilidad siempre tiene que estar, aunque sea una materia gestual; si no pasa por la sensibilidad no me serviría. Si no me sirve a mí, no tiene sentido».

 «Si no te vas a quedar conforme con lo que vas a hacer-añade-, entonces no sigas por ese camino. Es mejor parar, reflexionar o dejar un tiempo para que se enfríe la cabeza y comenzar de nuevo o seguir otro camino. Tanto en ese trabajo como en todo lo que he hecho en mi vida hay sensibilidad, porque es importante para mí. No confío mucho en hallazgos sorprendentes, aunque luego te sorprendan. Pero tiene que ser tu producto y estar de acuerdo con lo que estás haciendo y luchar por conseguirlo. Es una lucha personal entre tú y tu creación, entre tú mismo y el resultado final, que debes de seguirlo de cerca, y en ese control, la sensibilidad es el gran filtro por el que tú pasas. Si no lo ves, dices: '¡Qué horror!', pones el cuadro de cara a la pared».

«Claro que se descarta obra -prosigue. Luego se insiste. Se retoman [ríe]. Pero al principio dices: '¡Uf!', esto no es lo que quería», explica.

Martínez Mengual afirma sentirse muy bien con este resultado: «intento disfrutar cada proyecto, y este especialmente, porque cuesta mucho llegar al espacio final, cuando haces a tus hijos libres [refiriéndose a los cuadros], permites que vivan, que sean ciudadanos, que sepan valorar lo que tienen. Esta galería siempre me trata muy bien; a mí y a mis 'hijos'. Es un espacio amigo y de amigos».

Su pintura es reposada pero mantiene una gran fuerza; para conseguir eso, su método de trabajo es «empezar de forma figurativa buscando una forma, una figura, un paisaje; y el paso siguiente es analizar lo que has hecho y darle sentido al tema. A veces me detengo en un espacio como las granadas, como el caballo, o como las caras que te están diciendo algo. No de forma detallada o figurativa, pero sí te están diciendo qué elemento es. Después hay otros, como la palabra, donde piensas: ¿Cómo interpreto yo esas palabras? Porque tienen un contenido, una filología; entonces aprieto el acelerador y busco la abstracción, lo que creo que decimos con las palabras también».

En este ejercicio semiológico, «estás viendo un cuadro pero también estás leyendo un poema, son palabras. El equilibrio está en conseguirlo. Pero el espectador también puede interpretarlo aunque no tenga esta información que estamos comentando. Entras aquí y ves la exposición; muchas personas lo han hecho, incluso de otros países, que no coinciden en la lengua y, quizá, tampoco en el pensamiento. Ese conocimiento no es obligatorio para ver una exposición porque ante un cuadro una persona puede vibrar, sentir una emoción, no tienes que entender la obra. Hay que perder el miedo de entrar en los museos».

El autor no se refiere al significado final de la obra sino «al mundo que había ahí, que está detrás: creo que eso es lo que queda en el arte; si el artista ha conseguido expresarlo con su lenguaje y el espectador es sensible al tema, algo quedará. Tú no eres el mismo después de contemplar una exposición; tampoco somos los mismos al entrar y al salir del cine, porque ya has entrado en diálogo con esa obra, sea la que sea».




El poeta Daniel J. Rodríguez define así la obra del artista: «Estas últimas creaciones, fruto de la admiración, la lectura y la destreza, han roto con el miedo ante lo incierto. Con la libertad del que solo espera la experiencia de dialogar con el lienzo o con el papel, el artista se ha lanzado a los más desconocidos orígenes sagrados de los griegos».

Lo incierto, título de la exposición, se empapa de estas palabras: «Daniel dice que me he atrevido a tocar ese mundo de lo incierto, por un lado frágil y por otro desconocido, que genera emoción, sensibilidad, locura, gestos, un mundo unido, una materia fundida a la que le vas dando forma. Él hace referencia a mis manos, que contienen un fuego que va construyendo el trabajo».

La muestra es una continuación de su proceder imaginativo y técnico, pero en la búsqueda de cada proyecto afirma generar nuevas ideas: «trato de meter alguna cosa nueva, como estos collages que son papeles de arroz pegados sobre papel de algodón antiguo, que otorgan transparencia». Una técnica, ligada a lo emocional, «que busca siempre una herramienta que se corresponda con la idea: a veces he pintado con hojas o con unos pinceles que hago yo mismo. Si necesitas una herramienta, la construyes».

Porque, en definitiva, hay una parte del artista en cada obra: «te queda tu vida ahí puesta»; una metáfora también del tiempo que, en su opinión, «no está valorado y debería ser la única moneda de nuestra vida».

«A veces perdemos momentos de alegría porque no somos capaces de sorprendernos y, otras, no valoramos momentos de tragedia o de dolor porque lo damos por conocido. Hablo de cosas políticas. Nos vamos moderando. Como individuo te vas aletargando, te insensibilizas. Esos momentos de integraciones y panteísmos entre la persona, la figura, el hombre y la naturaleza, que es su origen y su muerte, no se valoran, y deberíamos hacerlo. No voy a hablar del Mar Menor [sentencia, apesadumbrado]. No voy a hablar del Mar Menor [repite con la voz silenciada, ahogada de emoción]. Porque el Mar Menor que conocerán tus nietos es incierto».

Antonio Martínez Mengual acaba de cumplir 72 años y valora la salud: «es lo primero, que diría mi abuela. Hay estímulos de la vida que te van diciendo que hay que seguir. Termine o no con esta exposición, o en otro lugar, sigo trabajando, y me gusta tener proyectos en marcha. No me gusta perder el tiempo. Me divierto en el taller. Mientras se seca una cosa voy haciendo otra y eso genera un clima de inquietud que te anima a trabajar», concluye.



Artículo original en laopiniondemurcia.es

25 febrero 2020

Martínez Mengual se adentra en ‘Lo incierto’ en la Galería Chys




Carmen García – 24 de febrero de 2020

‘Lo incierto’ es la propuesta más reciente de Martínez Mengual para la Galería Chys; una colección de más de veinte piezas donde el artista murciano, después de una última exposición centrada en la poesía, regresa desde la figuración y sobre todo la abstracción a la Grecia clásica, inagotable fuente de inspiración en su obra.  

Después de su última exposición, que versaba sobre un poema de David Pujante y tuvo lugar en el Laboratorio Artístico del Carmen (LAC), Martínez Mengual (Murcia, 1948) vuelve a la Antigua Grecia. Sin abandonar ese trasfondo de poesía, el artista murciano presenta en la Galería Chys ‘Lo incierto’; un conjunto de más de veinte obras que indagan en el mundo helénico que ha sido una constante en la trayectoria del artista.



El proyecto reúne una selección de trabajos en torno a la ceremonia de iniciación de Eleusis, un enclave griego relacionado con Deméter, diosa de la agricultura en la mitología griega. En ellos, entre los trazos abstractos aparecen referencias a este rito, como sucede en los oscuros tonos de la serie ‘El pozo de Eleusis’, lugar donde Deméter lloró la pérdida de su hija; en ‘Rumor antiguo’, basado en el paisaje y estructura de un templo derruido; en ‘Nocturno’, donde en el azul se entrevé la verticalidad de las columnas, o en ‘Misterio’, la obra que muestra cómo una espiga quiere surgir de entre las ruinas. Unas composiciones que, bien realizadas en rojo y negro, o bien en verdes, azules o negros y grises atravesados de naranjas y amarillos, mantienen en todo momento un juego cromático de complementarios y sorprenden con alguna pincelada de color atrevido que aporta luz al conjunto.

Especialmente llamativas resultan las figuras de las obras que, en blanco y en los tonos rojos, negros y grises que predominan en la sala, muestran una serie de personajes; unos iniciados que participan quizá en el rito de Eleusis y unas diosas realizadas en rojo, en alusión a la fertilidad de la tierra y a Deméter, que según el mito enseñó a los hombres el arte de cultivar.



En esta línea más figurativa también puede verse ‘Caballo de Selene’; la obra que prácticamente da la bienvenida al visitante a la sala y muestra la cabeza de caballo que aparece en el Partenón de Atenas, interpretada en este caso por el artista.

La colección alterna el óleo sobre lienzo con la técnica mixta sobre papel, y muestra en la vitrina del centro de la sala una serie de estudios previos. Contenidos en una caja, suman un total de 95; y conforman la primera serie que Martínez Mengual realizó en torno al tema. Unos bocetos que dejan ver los tonos negros y rojos predominantes en la colección, así como los trazos de inspiración arquitectónica presentes en muchas de las obras.



Una propuesta acompañada por el texto de Daniel J. Rodríguez en el catálogo donde Martínez Mengual vuelve a exponer en su galería de referencia, y que permite al espectador seguir la trayectoria del artista murciano y detenerse en las obras para, desde la eternidad de lo helénico, dejarse sorprender por el color.


Artículo original en elpuntodefuga.es

Andante 001



"Andante001" Tríptico sobre papel.
Antonio Martínez Mengual, 2020
VideoArte José Carlos Nievas
© La Innovadora, proyectos de arte 2020


21 febrero 2020

Martínez Mengual en "ABABOL"

Ilustración de Antonio Martínez Mengual
para la portada del semanario cultural "ABABOL"


Antonio Arco – 8 de febrero de 2020

En el origen de ‘Lo incierto’, la nueva exposición del pintor Antonio Martínez Mengual (Murcia, 1948), que hasta el 28 de febrero puede disfrutarse en la galería murciana Chys -al cuidado de María del Mar Fernández Delgado-, está Homero. Homero y la pasión que siente el artista por Grecia. Amor que viene de muy lejos. Una fuente de inspiración inagotable. Hace dos años, Martínez Mengual viajó a Atenas con un objetivo: que le pillara en la Acrópolis, respirando su magia y rodeado de su paisaje de siglos, la llegada de su 70 cumpleaños. Corría el 23 de febrero de 2018, «el tiempo era cas primaveral y la emoción que sentí todavía la recuerdo. Regresé con las pilas recargadas», cuenta. Sí, Homero y el segundo de sus ‘Himnos Homéricos’, 495 versos dedicados a mayor gloria de Deméter, diosa de la agricultura. En ellos se cuenta cómo Hades/Plutón raptó a la hija de Deméter, Perséfone, con las bendiciones de Zeus, así como la implantación de los conocidos como ‘Misterios de Eleusis’, dedicados a Deméter, y cómo recuperó a su hija.

   En la antigua Grecia, la ciudad de Eleusis, situada al oeste de Atenas y que el creador murciano conoce bien, llegó a ser el centro religioso más importante del mundo pagano. Allí, cuenta Homero, Deméter se detuvo para recobrar fuerzas durante su viaje en busca de Perséfone. Y allí ordenó la diosa que se construyeran un templo y un altar en su honor. Además, tras la alegría del reencuentro entre madre e hija, la primera dio instrucciones a los mandatarios de Eleusis acerca de cómo llevar a cabo estos nuevos ritos. En torno a la vida, la tierra fecundada, las cuatro estaciones que hacen posible el alimento y la supervivencia…

   La exposición ‘Lo incierto’, que comienza en el escaparate de Chys, donde luce la obra ‘Rumor antiguo I’, un óleo sobre lienzo encendido de amarillos y deseos, la integran 21 nuevas obras, realizadas con técnicas mixtas y que, formando un grupo cargado de sugerencias, ensoñación, noches para permanecer despiertos, ritos milenarios y pintura excelente, dan cuenta del dolor y la alegría de vivir que confluyen en el texto homérico.

   Eso ofrece Martínez Mengual en ‘Lo incierto’, un desfile de mitología y sangre. De diosas que tampoco están a salvo de las tragedias, de pozos oscuros, de pesadilla, donde los gritos de los niños se escuchan muy lejanos y del que sube un frío que hiela las entrañas. Y están, a la espera de ser descubiertos por el espectador, las almas de los templos vestidos por la belleza excitante de la ausencia de luz, regodeándose en sus sombras y atentos a las risas de los jóvenes que puedan acercarse a ellos. Y encierra también ‘Lo incierto’ un homenaje a las palabras y una invitación a sentirse vivo por el misterio. Lo que no se ve. Un relámpago interior que lo ilumina todo, y te hace, aunque sea por un instante, más sabio y pleno.

   «Procuro no olvidarme de que ahora soy rico en algo verdaderamente importante: en tener tiempo», dice Martínez Mengual rodeado de sus obras, mientras va saludando amable, sonriente, a los visitantes que se acercan a hablar con él, y a felicitarle por su trabajo.

   A él le gusta contar que Grecia es motor inspirador y paisaje físico del alma. Martínez Mengual -en algunas de sus obras parece fraguarse el origen del mundo, el principio del fin-, ha huido en esta exposición de lo evidente, de lo narrativo, y queda en ella, impregnado de silencio toda la sala, la luz y las sombras inundando la memoria y sustituyendo a los paisajes y los edificios; todo fluye en el torrente de lo misterioso, el reflejo, el destello, y las espigas que aquí juegan a disfrazarse, fundirse, transformarse en sol, sobre un rojo que impone, y en símbolo de prosperidad.


Comunicar
De nuevo, el pintor ha creado sus obras guiado por dos necesidades primordiales: sentirse vivo y comunicar a los demás esa experiencia, a sus 72 años y con muchos proyectos por delante, el primero de ellos el intento de llevar a sus pinturas la libertad y el gozo que anidan en ese texto impagable que es ‘El verano’, de Albert Camus, lo hace desde una nostalgia que no hiera. Solo cultiva «la nostalgia como algo positivo, no negativo, que ayuda al hombre a reflexionar y también a crecer. La nostalgia que te permite valorar qué es lo importante de la vida y que te ayuda a no perder la esperanza». La nostalgia como una fuerza que arrastra a Ulises de regreso a Ítaca, como motor de tránsito, del riesgo, del anhelo y, ojalá, que no de la desesperación.

   «Es un milagro cómo pinta mi poesía», dijo Francisco Brines (Oliva, 1932) de Martínez Mengual, a quien le gustan los viajes y los hallazgos felices que le proporcionan algunos libros. Otro poeta, el joven ciezano Daniel J. Rodríguez, autor del texto del catálogo editado con motivo de ‘Lo incierto’, afirma que entrar en sus obras, en su forma de enfrentarse al hecho de pintar, significa enfrentarse cara a cara con la verdad: la que él ha buscado durante toda su vida y que supone el esfuerzo último -y único- de todos los que han tenido la fortuna de ser tocados por el talento». «Porque Martínez Mengual», añade, «nos da de comer el néctar dulce de la granada, que atrapa al que disfruta su obro, y nos lleva a la necesidad irracional de regresar una y otra vez al contacto con su pintura». Resalta el poeta que, en esta muestra, nos encontramos con «las manos que sostienen las lenguas de un fuego que, incesante, indaga. El silencioso temor de lo que todavía no conocen, Grecia concentrada en el misterio».


Antonio Martínez Mengual fotografiado para "ABABOL"
por Ricardo Martínez Bueso 

Vivir
Misterio. Ya lo hemos nombrado: misterio. Una palabra que le encanta a Martínez Mengual. Lo que todavía puede sorprenderte, lo que te atrapa sin necesidad de ser comprendido. Pronuncia relajado esta palabra: «Misterio». Está tranquilo, está de acuerdo consigo mismo. «Ha llegado ese momento», indica, «en el que una relativa calma te invade; lo vivo todo con menos tensión y, por otro lado, aunque necesito dedicar una gran parte de mi tiempo a la pintura, no me olvido de dejar también espacio para cultivar la amistad, disfrutar de la naturaleza y seguir viendo exposiciones que me interesen».

   «Me gusta vivir«. Lo dice sonriendo. «Y pintando es como mejor me siento. Pase lo que pase, cuando llega el momento de pintar, logro concentrarme y puedo conseguir que la mano sea un instrumento fiel al servicio de lo que estoy pensando y sintiendo. A mi edad, me gusta mucho trabajar [ríe], aunque a veces me arrepiento de hacerlo tanto. ¿Para qué? Yo creo que harán una gran falla cuando yo falte y quemarán toda mi obra en La Glorieta».

   «Yo no entiendo el arte separado de la emoción», reconoce el artista, que está dolido con el estado actual del Mar Menor, que conoce bien y al que le debe muchos momentos de felicidad y que haya hecho de majestuoso modelo para alguna de sus mejores obras. «Solo pido que la Justicia actúe contra los culpables de esta tragedia, dice». 

   Νο, no es casual esta exposición, al igual que no lo son la lluvia, los ríos cristalinos, los mares sin contaminar, Cabo de Palos liberado de gente y las obras de Shakespeare, que Martínez Mengual tenga deseos de hacer de su pintura un himno que cante a las cosas hermosas. Detrás hay muchos años de trabajo en plena naturaleza, además de en su estudio, perdido/buscándose en los paisajes silenciosos y repletos de secretos de medio mundo, en los yacimientos que iluminaron el futuro, en la figura humana… «He viajado a los lugares a los que había soñado ir, y ahora conocer, en Argelia, los lugares de los que habla Albert Camus en ‘El verano’», explica. «Para mí son inolvidables, por ejemplo, la contemplación de las orillas del Nilo, o los olivos de esa joya de importancia mundial que es el Valle de Ricote», destaca.

Sacred Light of Mystery


Sacred Light of Mystery

But flame on flame, and deep on deep,
Throne over throne where in half
                                                                                            sleep,
Their swords upon their iron knees,
Brood her high lonely mysteries.

W. B. Keats 

The night. A burning torch in the darkness competes with the bright light of the stars. It is, the flame itself, the centre of the universe. It seems as though the sky lights would collapse in front of the importance of the fireside, a sacred gleam whose aim is to light up the Mystery.
Some hands are  the holding fire. The dolphins of Knossos like ink in the forearms of the one who is holding the torch. His name tastes of Greece, it is warm and kind, it outlines the image of a craftsman of colour. To pronounce it means to recall the whole Hellas, the origin of our history of certainties and enigmas, of knowledge and unconsciousness, of search and beauty, of virtue, of seclusion. It sounds like an ancient rumour.

To say Antonio Martínez Mengual means to play with synesthesia. The pigments are words that caress the verse perfection; the poem turns into a remote light where the verb changes to an intense red and the adjective becomes the latest blue stained by the sea foam. Here the soft whisper of the paint brush when tearing the canvas derives into a faraway melody, sung by men of the past.

Martínez Mengual’s vocation is a profound one; his history might be reduced to just one word: dedication. Dedication grabbed from the painting, flesh offered to poetry, soul offered to Greece and its legend. Being with him, knowing his worries that make his creative machine work, is similar to fully dive into these three universes – painting, poetry, Greece – which complete the painter himself like appendixes.

Like others before him, the painter has understood that there is no place for accurate answers not only in art, but in any other thing. They are not even desirable. It is precisely in the question, in the constant wish to wonder why, where the work magnifies, shapes up and becomes eternal. Even more, the questions are not pertinent either when reality turns into painting and stroke, when a biography is drawn. It is then when it is worth to contemplate, to be led by feeling – the music turned off, alone and in the silence of the paint’s studio – letting the colour dance start by itself, as being pushed by memories, by vivid moments, by what one aims to experience. That vibration when stepping on holy land in Athens; the shivering hands offering juicy fruit at the entrance of the temple; that cot of cots that one day, with its chaos light, and the weight of history went through the painter’s body, defining him in another way, to make him be different.

To enter the painter’s work means to face the truth: the truth he has always looked for and which supposes the ultimate effort – and unique – of all those that have been fortunate by being touched by talent. Martínez Mengual feeds us with the sweet nectar of a pomegranate, which attracts those who enjoy his work. He takes us to the irrational need to come back over and over again to the contact with his painting.


Iacchus  penetrates the enigma: he outlines a question to which no answer is obtained.

Again, a happy enigma helps me to understand everything

Albert Camus 

Once again, the hands that hold the flames of a fire that, incessantly, inquires. The silence fear of those who do not yet know, Greece concentrates on Mystery. Eleusis as origin and end of so many men, women, and children that would want to know, those that hope to enter the Telesterion to see the secret.
That is why the painter is here, almost in complete darkness. Step by step he builds up his creations, he dialogues with his Hellenistic surrounding in a procession of uncertainties that light up the heart being led to Demeter’s Temple.

He has already arrived. He enters.

Then the colours emerge, paintings that speak in different languages, enquiring from the green of a still unripe cereal ear; paintings which are dead of night of marble columns, a spark breaking the quietness of the woods, the sky full of lights and the tasty juice of a fruit that is offered as a gift.

Martínez Mengual got rid even more of whatever is superfluous to produce these works. He covered his head with a linen veil and trusted, in respectful silence, his hands to the ancient gods of the Greeks. He is in this very moment a new Iacchus, son of a heavenly Zeus and Demeter, the goddess of beautiful hair. He carries the searching light which asks without expecting an answer.

His vocation does not aim to lead others’ sight; he investigates just for himself, because he is aware that to look at least once at the sincere creation, deprived of tricks and masks, justifies all the rest. To come on this stage, kneel down in front of the magnificent light of art, is worth an entire life. Thus, his painting does not describe the intonation of the question being asked. It is expected just nude, sure, attentive. He understood that life, perhaps, is not more than that: a succession of expectancies in which, more and more deprived, more sincere, one waits for the vision of the Mystery, the moment when everything works.

Do not wish to touch any longer. Do not wish to know anything else. Here it is where the miracle becomes incarnate.


Eyes born to catch colour 
It is surprising how an only stroke ends up in nothingness

María Martínez Bautista

These latest creations are the result of admiration, reading and skill; they break up the fear of whatever is uncertain. With the freedom of one who expects only the experience of a dialogue with the canvas or with the paper, the artist leaps on the most unknown sacred origins of the Greeks. The painter is the bridge between those that are observers today and those that were observers in a remote past. He shows us an itinerary, a road to take in order to find ourselves with what makes us be human beings: the search of why, when, what for. A search whose target is not a resolution, but just the enjoyment of the journey.

In these paintings there appear many of the recurrent routines of Martínez Mengual’s trajectory; they are works that start from a physical world to move to abstraction. They are the result of the artist’s vocation to surf among emotions. In each painting the colours construct places at the same time that they represent instants, the link of existence and space, of thought and action, of whatever is human and whatever is beyond the human being. The painter’s eyes are the sieve that looks for those wonders ready to make our heart beat. The painter, himself, is in charge of turning these wonders into painting.

As a tool to know the light, all colours spring up from reality. It is a stain that communicates, speaks, whispers the secret of an intimate confession ready for those of us to share all the feelings in silence, because whatever we live in front of Martínez Mengual’s paintings must be an intimate and reserved experience. When looking at the painter’s works, one knows oneself, one outlines and finds oneself with our own self. The impulse is made thanks to the painter.


Fingers that caress astonishment

And that flame is just our life,
that also opens its eyes, and asks
whom he is looking at us, what ignited 
mystery its beauty is.

Francisco Brines

I saw him only once. I watched the painter for a moment with the sensation of feeling myself in a forbidden place: the rough touch of wood bristled his fingertips, it electrified the body. Martínez Mangual before a huge board full of bright colours; Antonio in front of Antonio himself; Antonio next to that child with his hands stained of wax, in a black and white time, which he was in charge of colouring; Antonio lost among books and paintings to which he goes once and again, and again, and again, in search of what, pinned on his chest, he is making an effort to find. Far away from everything, beyond everyone, that offspring as soft bouquet caresses his work, flesh from his flesh. The discreet eyes covered with rain.

Painting must be similar to starting off a journey that ends up in its origin: a circular trip to the centre of oneself. The artist, with his gift being rocked between his arms, is the one that can more and better arrive at that space where it is possible to touch astonishment, that final strength that moves all beings. Because when the painter, when the poet, gets rid of whatever is unnecessary and uses his brushstrokes as if they were blood, a multicolour miracle that bursts on the canvas, board or paper, becoming himself a shadow or natural figure or heavenly space standing among columns. Then, man is already infinite and he looks at himself through his work, turned into a mirror, to recognize, to recognize himself.

It is maybe for this reason that the works on display are perhaps a pilgrimage to an unknown destiny, the result of a harder search, the one whose main objective is the body own corporal margins and the boundaries are only one more step beyond where imagination, one’s mind, dreams can get to. Thus the goddesses, the shivering in the beginning, a dark cave where Hades inhabits, the temple and its enigmas, the peace of silence where everything takes place, heaven … That is why the painter – in his discreet work has signed a life of continuous dedication to the dialogue with colours –, so that we can understand through his eyes.

So that, after a dark night of the soul, as the poet would say, with the first lights close to dawn, the only thing left is to contemplate, because everything has already been found. To let one’s sight wander among the paintings with restrained emotion. Being procession, cave, and Mystery. Being holy singing. Beeing infinite heaven and at the same time burning torch dancing in the sky with the brightness of the last stars. 

Daniel J. Rodríguez

Translated into English by Cristóbal Martínez Alfaro


Text for the catalog of Martínez Mengual's exhibition "The Uncertain"


16 febrero 2020

Sagrada luz de Misterio


Sagrada luz de Misterio

Mas llama sobre llama y hondura sobre hondura,
 y trono sobre trono y medio en sueños,
posadas sus espadas en sus férreas rodillas,
tristemente cavilan sobre grandes misterios solitarios.

W. B. Yeats

La noche. Una tea arde en la oscuridad: compite con la brillante luz de los astros. Es, la llama, el centro del universo. Parece como si las luces del firmamento se plegaran ante la importancia de la lumbre, un fulgor sagrado que pretende iluminar el Misterio.
Unas manos soportan el incendio. Los delfines de Cnossos como tinta en los antebrazos de aquel que sostiene la antorcha. Su nombre sabe a Grecia, es cálido y amable, siluetea la figura de un artesano del color. Y pronunciarlo es mentar la Hélade toda, el origen de nuestra historia de certezas y enigmas, de conocimiento e inconsciencia, de búsqueda y belleza, de virtud, de recogimiento. Suena como un rumor antiguo.

Decir Antonio Martínez Mengual es jugar a sentir la sinestesia. Los pigmentos actúan como palabras que acarician la perfección del verso; el poema torna a luz remota donde el verbo se convierte en un rojo intenso y el adjetivo transmuta en el último azul manchado por la espuma. Aquí el suave susurro del pincel cuando rasga el lienzo deriva en una remota melodía, cantada por los hombres del pasado.

La de Martínez Mengual es una vocación profunda; su historia podría quedar reducida a una palabra: entrega. Entrega arrebatada a la pintura, carne ofrecida a la poesía, alma brindada a Grecia y su leyenda. Estar con él, conocer las inquietudes que mueven su máquina creadora, resulta similar a zambullirse de lleno en esos tres universos -pintura, poesía, Grecia- que le completan como apéndices. 
                   
Como otros antes que él, el pintor ha comprendido: no caben respuestas exactas en el arte ni en ninguna otra cosa. No son siquiera deseables. Es en la pregunta, en el constante querer saber por qué, donde la obra se engrandece, perfila su materia y se eterniza. Más todavía: no son pertinentes tampoco las preguntas cuando la realidad se convierte en pintura y trazo, cuando se dibuja una biografía. Únicamente sirve entonces contemplar, ese dejarse llevar por el sentimiento -la música apagada, a solas y en silencio en el taller- y que la danza de colores surja casi sola, como impulsada por los recuerdos, por lo vivido, por aquello que se aspira a experimentar. Esa vibración al pisar tierra sagrada en Atenas; las manos temblorosas que ofrecen la preñada fruta a las puertas del templo; esa cuna de las cunas que un día traspasó con su luz de caos y el peso de su historia el cuerpo del pintor, que le definió de un modo distinto, que le hizo otro.

Entrar en su trabajo significa enfrentarse cara a cara a la verdad: la que él ha buscado durante toda su vida y que supone el esfuerzo último -y único- de todos los que han tenido la fortuna de ser tocados por el talento. Porque Martínez Mengual nos da de comer el néctar dulce de la granada, que atrapa al que disfruta su obra, y nos lleva a la necesidad irracional de regresar una y otra vez al contacto con su pintura.


Iaco penetra en el engima: esboza una pregunta para la que no obtiene respuesta

Ahora otra vez un feliz enigma me ayuda a comprenderlo todo

Albert Camus

De nuevo las manos que sostienen las lenguas de un fuego que, incesante, indaga. El silencioso temor de los que todavía no conocen, Grecia concentrada en el Misterio. Eleusis como origen y final de tantos hombres, mujeres y niños que quisieron saber, que albergaron la esperanza de acceder al telesterion para presenciar el secreto.
Por eso esta vez el pintor está aquí, en una oscuridad casi completa. Paso a paso construye sus creaciones, dialoga con su entorno helénico en una procesión de incertidumbres que encienden el corazón dirigido hacia el templo de Deméter.

Ya ha llegado. Entra.

Y brotan los colores, unas pinturas que hablan en distintos lenguajes, que interpelan desde el verde de la espiga aún inmadura, que son noche cerrada de columnas de mármol, una chispa vulnerando la quietud del bosque, el cielo colmado de luces o el jugo grato de una fruta que es ofrenda.

Martínez Mengual se ha despojado más si cabe de lo anejo para producir esta obra. Ha dispuesto un velo de lino sobre su cabeza y ha confiado, en un respetuoso silencio, sus manos a los viejos dioses de los griegos. Es en este momento un nuevo Iaco, el hijo del celeste Zeus y Deméter, la de hermosa cabellera. Y porta la luz que busca, que pregunta sin esperar respuesta.

Su vocación no es la de dirigir la mirada de los otros, investiga únicamente para él, porque sabe que con mirar al menos una vez a la creación sincera, despojada de artificios y máscaras, queda justificado todo lo demás. Llegar a ese escenario, caer de rodillas ante la magnífica luz del arte, vale toda una vida. Por eso, su pintura no describe el arco de entonación de la pregunta. Solo es espera desnuda, cierta, atenta. Ha comprendido que la vida, acaso, no es más que eso: una sucesión de esperas en las que, cada vez más despojado, más verdadero, se aguarda la visión del Misterio, ese momento en el que todo funciona.

No quieras tocar más. No quieras saber más. He aquí el milagro encarnado.


Unos ojos nacidos para atrapar el color

Es sorprendente que un solo trazo acabe con la nada

María Martínez Bautista

Estas últimas creaciones, fruto de la admiración, la lectura y la destreza, han roto con el miedo ante lo incierto. Con la libertad del que solo espera la experiencia de dialogar con el lienzo o con el papel, el artista se ha lanzado a los más desconocidos orígenes sagrados de los griegos. Se sitúa como puente entre los que observamos hoy y los que lo hicieron en un tiempo remoto, y nos muestra un itinerario, un camino que seguir para encontrarnos con aquello que nos hace humanos: la búsqueda del por qué, del cuándo, del para qué. Una búsqueda que no ha de esperar resolución, sino gozar de la travesía.

En estas obras aparecen muchas de las rutinas habituales en la trayectoria de Martínez Mengual: es un trabajo que parte de lo físico para pasar a lo abstracto, surge del terreno con la vocación de navegar en las emociones. En cada cuadro los colores construyen lugares a la vez que representan instantes, la unión de existencia y espacio, de pensamiento y acción, de lo que es humano y lo que sucede más allá del ser. Sus ojos son tamiz en busca de esas maravillas dispuestas para el pálpito. Y él, el encargado de traducirlas a pintura.

Como una herramienta para conocer la luz, en él todo color nace de lo real y es mancha que comunica, que dice, que susurra el secreto en una confesión íntima que dispone para nosotros, los llamados a compartir en silencio. Porque lo que se vive ante uno de los cuadros de Martínez Mengual ha de ser una experiencia íntima y reservada. Frente a sus obras el propio ser se conoce, se perfila y se encuentra con su propio yo. Al pintor le debemos el impulso.


Dedos que acarician el asombro

Y esa llama es tan sólo nuestra vida,
que abre también sus ojos, y pregunta
a quien así nos mira, qué encendido
misterio es su belleza.

Francisco Brines

Solo una vez lo vi. Aceché al pintor ese momento con la sensación de sentirme en un lugar prohibido: el rugoso tacto de la madera erizaba las yemas de sus dedos, electrificaba el cuerpo. Martínez Mengual ante una enorme tabla colmada de tonos vivos; Antonio frente a Antonio; Antonio al lado de ese chiquillo con las manos manchadas de cera, en un tiempo en blanco y negro que él se encargó de teñir de color; Antonio perdido entre libros y cuadros a los que acudir una vez, y otra, y otra, y otra en busca de aquello que, prendido a su pecho, se afana por encontrar. Lejos de todo, más allá de todos, acariciaba su obra, ese vástago como ramo tierno, carne de su carne. Los ojos, discretos, cubiertos de lluvia. 
     
Pintar debe parecerse mucho a iniciar un viaje que termina en el origen; un viaje circular al centro de uno mismo. El artista, con su don arrullado entre los brazos, es quien más y mejor puede llegar a ese espacio en el que es posible palpar el asombro, esa fuerza final que mueve a todos los seres. Porque cuando el pintor, cuando el poeta, aleja lo accesorio y usa sus trazos como si fuesen sangre, multicolor milagro que estalla en el lienzo, la tabla o el papel, se hace él mismo sombra o figura natural o espacio de cielo erguido entre columnas. Entonces, el hombre es ya infinito y se mira en su trabajo, convertido en espejo, para reconocer, para reconocerse.

Tal vez por eso esta obra: quizá se trate de una peregrinación con destino ignoto, el resultado de la búsqueda más difícil, la que tiene como objetivo los propios márgenes del cuerpo, y los límites solo un paso más allá de donde puede llegar la imaginación, la mente, el sueño. Por eso las diosas, el temblor del iniciado, una cueva oscura donde habite Hades, el templo y sus enigmas, la paz del silencio en la que ocurre todo, el cielo... Por eso el pintor -que en su labor discreta ha firmado una vida de dedicación continuada al diálogo con los colores-, para que por sus ojos podamos comprender.

Y para que, después de la noche oscura del alma, que diría el poeta santo, con las primeras luces rayando el alba, solo quede contemplar, porque ya todo se ha encontrado. Dejar que la mirada vague por los cuadros con emoción contenida. Ser procesión, gruta y Misterio. Ser canto sagrado. Ser cielo infinito y a la vez antorcha encendida que dance en el firmamento con el fulgor de las últimas estrellas.

Daniel J. Rodríguez

Texto para el catálogo de la exposición "Lo Incierto", de Antonio Martínez Mengual



05 febrero 2020

Inauguración de «Lo Incierto»


Buenos días.

Muchas gracias a los que nos acompañaron anoche en la inauguración de “Lo Incierto”. Es una gran alegría contar con vuestra amistad siempre.
Y también, quiero agradecer a las personas que han colaborado, generosamente con su trabajo para que esta nave llegue a buen puerto :
Daniel J. Rodriguez, por su texto, repleto de atención, pensamientos y generosidad sobre las obras.
José Carlos Nievas, por su meticuloso trabajo fotográfico de los cuadros y sus imaginativos retratos del artista.
Cristobal Martínez Alfaro, por su cuidada traducción al inglés del texto, con las indicaciones precisas para su mejor comprensión.
Y también, agradecer estas imágenes que me han enviado Antonio Carrillo, Luis Conte y Krasser, y que comparto con mucho gusto.

¡Mil gracias a todos!
Antonio Martínez Mengual