29 febrero 2020

Martínez Mengual: "La sensibilidad es como un filtro por el que pasa todo"

Antonio Martínez Mengual
Fotografía: José Carlos Nievas



Ariana G. Company - 27.02.2020

El nuevo proyecto de Antonio Martínez Mengual (Murcia, 1948), titulado Lo Incierto, surge de una experiencia sensorial y de un lugar en Grecia denominado Eleusis, una «referencia a la historia de la mitología y a la diosa Deméter, venerada en el lugar», explica el autor.

Su visita a la ciudad griega, en varias ocasiones, le ha permitido elaborar un amplio proyecto pictórico del que muestra una selección en la galería murciana Chys hasta este viernes, un conjunto de obras cuyo diálogo se extiende desde la arquitectura de la sala hacia el estudio del artista, donde reposan los trabajos preparatorios, bocetos, esquemas, notas, libros y fotografías, fruto de una extensa investigación.

La partes que componen la exposición son cinco, «la primera, formada por personajes representados alrededor de una figuración; después, un espacio que se corresponde con un lugar exacto denominado Pozo de Eleusis; la serie Nocturno; las abstracciones, tituladas El secreto de las palabras y, por último, Misterio, el episodio final», aclara, que resume la idea de la muestra. Pero la visita comienza en el exterior, en el escaparte, donde se exhibe «un paisaje real, una colina con un área arqueológica muy grande que el visitante va recorriendo por partes»; es la obra Rumor antiguo I, una invitación o introducción al tema.

«La figuración está ahí como está aquí –afirma señalando una obra- y después hay un espacio más abstracto, una arquitectura de un templo imaginado y derruido, que también controla la mirada por los colores amarillos, dorados, y su combinación con el negro que se convierte en verde y juega con la estructura», advierte. El color amarillo marca el inicio del recorrido porque aquí la pintura emociona y produce sensaciones: «es un color que a veces está maldito, pero yo lo considero básico y fundamental para elaborar un trabajo».

La obra de Martínez Mengual juega «a sentir la sinestesia –escribe el poeta ciezano Daniel J. Rodríguez en el texto del catálogo editado con motivo de la exposición-. Los pigmentos actúan como palabras que acarician la perfección del verso; el poema torna a luz remota donde el verbo se convierte en un rojo intenso y el adjetivo transmuta en el último azul manchado por la espuma. Aquí el suave susurro del pincel cuando rasga el lienzo deriva en una remota melodía, cantada por los hombres del pasado».

«¿Por qué hay tanto negro y gris?, dirás»- se pregunta a sí mismo. «Porque el episodio es dramático. El origen es una tragedia. Es un secuestro. Pero, ¿quién la secuestra? Ares, dios del inframundo, entendido no como el infierno sino como la parte oculta de la tierra –constata. La hija no está aquí representada porque la tragedia se centra en la madre», sostiene.

Sin embargo, en esa referencia al inframundo no está latente el componente filosófico: «la filosofía viene después. Es el paso siguiente; cuando empieza a celebrarse el culto a la diosa se origina una filosofía de la vida», aclara.
Las fuentes de este proyecto nos conducen a Ovidio y los Himnos Homéricos, que sirven al artista como base teórica, cuya investigación se completa con las visitas al lugar: «ahí aparece lo sensorial, lo filosófico o lo místico, porque hay un sentido de las cosas, de la vida».

Desde esta melodía cromática, la emoción es un componente clave. «Es el origen. Estás allí descubriendo que desde tiempo memorial y durante siglos se ha celebrado una ceremonia que ha permitido el mantenimiento de la veneración de la diosa y el reconocimiento de la tierra, del mundo, que ella otorga a la humanidad al enseñarnos el cultivo de la agricultura, especialmente del cereal».

Un concepto muy amplio que concreta en las obras «básicamente trabajando y tratando de retener esos pensamientos, escribiéndolos o elaborando el trabajo –dice. Son pequeños capítulos (personajes, palabra o tipos distintos de figuración) y mientras trabajas vas pensando qué emoción me produjo, qué me pasó en aquel sitio, qué palabras son las que he leído. Trabajo sobre una mezcla de interpretaciones e información. Y también imagino, porque ese Nocturno es imaginado».




«¿La imaginación conecta con el plano de la abstracción de forma directa?» -pregunto. «Sí, pero la imaginación tiene que estar desde el principio, para la creatividad, para tener el estímulo de buscar tu lenguaje y usarlo para formar la arquitectura de las obras».

Asegura el autor que también existe un factor sorpresa: «tienes que dejarte llevar por el cuadro porque también impone sus ritmos y su idea. No sé si es el cuadro o tu cabeza, tu cerebro, que a veces no controlas. Y también los materiales» –en esta ocasión, acuarelas sobre papel y óleos sobre lienzo, componen este proyecto.

El empleo de la técnica en óleo permite diversos efectos, «consigues diferentes texturas al superponer capas de óleo, o bien con pequeños toques de pincel o con la utilización de paletinas grandes que te van estructurando el cuadro, como esos rojos de ahí [señala la obra Misterio]. Son superficies que van componiendo el plano de la abstracción. Si me preguntas por qué hay tanto rojo te diré: por la tierra, por la fertilidad. Y sobre los verdes, la referencia a la naturaleza es obligada en mi obra».

Observamos una gran sensibilidad en las piezas del artista, una extensión de su personalidad y de su compromiso medioambiental: «siempre hay que poner sensibilidad. Es como un filtro por donde pasa todo. A veces inconscientemente sale. Tú estás trabajando y al final de la jornada te das cuenta de que hay un área donde has puesto una sutileza, más cuidado, más atención. La sensibilidad siempre tiene que estar, aunque sea una materia gestual; si no pasa por la sensibilidad no me serviría. Si no me sirve a mí, no tiene sentido».

 «Si no te vas a quedar conforme con lo que vas a hacer-añade-, entonces no sigas por ese camino. Es mejor parar, reflexionar o dejar un tiempo para que se enfríe la cabeza y comenzar de nuevo o seguir otro camino. Tanto en ese trabajo como en todo lo que he hecho en mi vida hay sensibilidad, porque es importante para mí. No confío mucho en hallazgos sorprendentes, aunque luego te sorprendan. Pero tiene que ser tu producto y estar de acuerdo con lo que estás haciendo y luchar por conseguirlo. Es una lucha personal entre tú y tu creación, entre tú mismo y el resultado final, que debes de seguirlo de cerca, y en ese control, la sensibilidad es el gran filtro por el que tú pasas. Si no lo ves, dices: '¡Qué horror!', pones el cuadro de cara a la pared».

«Claro que se descarta obra -prosigue. Luego se insiste. Se retoman [ríe]. Pero al principio dices: '¡Uf!', esto no es lo que quería», explica.

Martínez Mengual afirma sentirse muy bien con este resultado: «intento disfrutar cada proyecto, y este especialmente, porque cuesta mucho llegar al espacio final, cuando haces a tus hijos libres [refiriéndose a los cuadros], permites que vivan, que sean ciudadanos, que sepan valorar lo que tienen. Esta galería siempre me trata muy bien; a mí y a mis 'hijos'. Es un espacio amigo y de amigos».

Su pintura es reposada pero mantiene una gran fuerza; para conseguir eso, su método de trabajo es «empezar de forma figurativa buscando una forma, una figura, un paisaje; y el paso siguiente es analizar lo que has hecho y darle sentido al tema. A veces me detengo en un espacio como las granadas, como el caballo, o como las caras que te están diciendo algo. No de forma detallada o figurativa, pero sí te están diciendo qué elemento es. Después hay otros, como la palabra, donde piensas: ¿Cómo interpreto yo esas palabras? Porque tienen un contenido, una filología; entonces aprieto el acelerador y busco la abstracción, lo que creo que decimos con las palabras también».

En este ejercicio semiológico, «estás viendo un cuadro pero también estás leyendo un poema, son palabras. El equilibrio está en conseguirlo. Pero el espectador también puede interpretarlo aunque no tenga esta información que estamos comentando. Entras aquí y ves la exposición; muchas personas lo han hecho, incluso de otros países, que no coinciden en la lengua y, quizá, tampoco en el pensamiento. Ese conocimiento no es obligatorio para ver una exposición porque ante un cuadro una persona puede vibrar, sentir una emoción, no tienes que entender la obra. Hay que perder el miedo de entrar en los museos».

El autor no se refiere al significado final de la obra sino «al mundo que había ahí, que está detrás: creo que eso es lo que queda en el arte; si el artista ha conseguido expresarlo con su lenguaje y el espectador es sensible al tema, algo quedará. Tú no eres el mismo después de contemplar una exposición; tampoco somos los mismos al entrar y al salir del cine, porque ya has entrado en diálogo con esa obra, sea la que sea».




El poeta Daniel J. Rodríguez define así la obra del artista: «Estas últimas creaciones, fruto de la admiración, la lectura y la destreza, han roto con el miedo ante lo incierto. Con la libertad del que solo espera la experiencia de dialogar con el lienzo o con el papel, el artista se ha lanzado a los más desconocidos orígenes sagrados de los griegos».

Lo incierto, título de la exposición, se empapa de estas palabras: «Daniel dice que me he atrevido a tocar ese mundo de lo incierto, por un lado frágil y por otro desconocido, que genera emoción, sensibilidad, locura, gestos, un mundo unido, una materia fundida a la que le vas dando forma. Él hace referencia a mis manos, que contienen un fuego que va construyendo el trabajo».

La muestra es una continuación de su proceder imaginativo y técnico, pero en la búsqueda de cada proyecto afirma generar nuevas ideas: «trato de meter alguna cosa nueva, como estos collages que son papeles de arroz pegados sobre papel de algodón antiguo, que otorgan transparencia». Una técnica, ligada a lo emocional, «que busca siempre una herramienta que se corresponda con la idea: a veces he pintado con hojas o con unos pinceles que hago yo mismo. Si necesitas una herramienta, la construyes».

Porque, en definitiva, hay una parte del artista en cada obra: «te queda tu vida ahí puesta»; una metáfora también del tiempo que, en su opinión, «no está valorado y debería ser la única moneda de nuestra vida».

«A veces perdemos momentos de alegría porque no somos capaces de sorprendernos y, otras, no valoramos momentos de tragedia o de dolor porque lo damos por conocido. Hablo de cosas políticas. Nos vamos moderando. Como individuo te vas aletargando, te insensibilizas. Esos momentos de integraciones y panteísmos entre la persona, la figura, el hombre y la naturaleza, que es su origen y su muerte, no se valoran, y deberíamos hacerlo. No voy a hablar del Mar Menor [sentencia, apesadumbrado]. No voy a hablar del Mar Menor [repite con la voz silenciada, ahogada de emoción]. Porque el Mar Menor que conocerán tus nietos es incierto».

Antonio Martínez Mengual acaba de cumplir 72 años y valora la salud: «es lo primero, que diría mi abuela. Hay estímulos de la vida que te van diciendo que hay que seguir. Termine o no con esta exposición, o en otro lugar, sigo trabajando, y me gusta tener proyectos en marcha. No me gusta perder el tiempo. Me divierto en el taller. Mientras se seca una cosa voy haciendo otra y eso genera un clima de inquietud que te anima a trabajar», concluye.



Artículo original en laopiniondemurcia.es

No hay comentarios:

Publicar un comentario