24 septiembre 2024

Martínez Mengual, una cabaña en África

 

Por Pedro Guerrero Ruiz

No es la primera vez, ni será la última, que nuestro amigo Antonio Martínez Mengual toma de su inspiración de la belleza casas, naturaleza, flora y hasta curiosidades de su tierra o de países lejanos. Pero la curiosidad de estos azules, rojos y verdes, con materiales acrílicos, tintas, óleos o acuarelas, está en la exposición que se presentó el viernes pasado en Arquitectura de Barrio, en Murcia, que radica en una cabaña en África, cerca del río Níger, convocando sus colores amarillos, bermellones desposados, rojos o azules; una cabaña de ocho columnas que representan a los sabios del lugar y con techo de paja; cabaña abierta y baja para que se hable y escuche cuanto allí se debatía.

 

Y Martínez Mengual traslada todo ello a su imaginación del cromatismo poético y sus materiales acrílicos, tintas, óleos, acuarelas y pinceles a retazos o en finas capas, redondeces o hipergrafismos autóctonos que viven en un lugar habitado por gente que habla o el silencio es tan puro que todos los oyentes quedan en silencio como el cuadro pintado. Y es así que Antonio reconquista nuestra mirada para ver qué pasa.

Porque Antonio es un enorme pintor en el que se advierte la teatralidad de origen a su paso por la paleta en su fina mano, con un pincel omnisciente, expresionista (ut pictura poesis), luz y color hacen el resto de su cabaña, con el poder de su trazo y su inteligencia apasionada por lo verdadero y lo extraño. Un pintor de raza, de personalidad conductora a sus veedores, ya creativos nosotros.

 

Es la maestría del color y la línea, en lienzo o en papel, encendidos de su experiencia. Y si no, vayan y lean a Pedro Manzano que tanto sabe de nuestro pintor; o a Winkelman, un erudito de la creatividad, o a Elim Sheiler, un expresionista total. Lo que yo pueda saber es que, desde una cabaña de sencillos materiales, entre ras y yesos resurgidos del primer invento del mundo hasta la mejor geometría de casas y detalles de vida, Martínez Mengual crea un mundo propio, heurístico siempre, para el lector de su obra y se deducen las arquitecturas, en este caso antiquísima, y cómo son y hacen sus habitantes, si hablan o callan en puro silencio. Y nos regala siempre una cultura nueva que nos conmueve, sean novísimas casas o viejas cabañas o flores y pétalos de un trasfondo emocional y musical increíbles.

 

Artículo publicado en el diario La Opinión de Murcia