El pasado domingo 5
de mayo, Antonio Martínez Mengual protagonizó el primer episodio de «Una Región
de Colores», el nuevo programa de 7TV Región de Murcia dedicado a los más importantes
artistas plásticos de la Región.
Sobre las notas de “Los niños de El Pireo”, pieza inolvidable
del gran compositor griego Manos
Jatsidakis, Antonio Martínez Mengual
se presenta como «un niño que aprendió a
pintar». Han pasado ya siete décadas y algunos días desde que el pintor
vio la luz por vez primera en la murciana calle de Sagasta, pero el hombre que conversa con el periodista, historiador del Arte y director del programa, Rubén
Juan Serna, sigue siendo «el niño que
aprendió a pintar en el zócalo de colores de mi casa, pasando el dedo. Y ese
niño intuye que así puede expresar los sentimientos de su vida».
Sentado en el luminoso salón,
el artista evoca sus primeros viajes a Madrid, tomando los trenes nocturnos que
salían de Murcia los viernes y los sábados. Era un joven de apenas veinte años, deseoso de empaparse de luces y colores en el Museo del Prado. El niño-pintor,
naturalmente, tenía un pintor-abuelo francés llamado Claude Monet y otro abuelo-pintor español de nombre Joaquín Sorolla. «Son mis dos referencias primeras».
Rubén Juan Serna y Antonio Martínez Mengual
¿Y la obra? ¿Cómo y de dónde
surge la obra? «Cuando una idea, una
emoción, un poema, una imagen poética, una historia me emociona, entonces
comienzo a pintar, normalmente figuración; y luego voy desarrollando la idea
más emocional que realmente. Y voy buscando en los colores, en la pincelada,
incluso con el instrumento…». Sí, leyeron bien: tres referencias a la
emoción en apenas unos segundos. No resuta difícil albergar la intuición de que
Martínez Mengual tiembla, incluso llora, al encontrarse cara a cara con esas
ideas, esos versos, esas imágenes poéticas, esa luz o esos paisajes que
terminarán provocando una nueva obra. Está claro, así es. Un poco más tarde el
artista termina confesando: «Soy más del
corazón que del cerebro».
Uno entra en el taller del
artista y se topa con cientos de objetos adquiridos en sus múltiples viajes;
pero no es difícil percatarse de que hay un lugar que se impone a todos los
demás: Grecia. Su acercamiento al mundo clásico y, en particular, a la Hélade
surgió de forma imprevista gracias a un primer viaje, en autobús y en barco,
desde Cartagena a Estambul: «Cuando ves
el Partenón -harto de haberlo visto en fotos en blanco y negro y en color-,
cuando te plantas delante es cuando sientes la emoción de que hubo un grupo de
personas, unos ciudadanos que fueron capaces de levantar aquello. Y eso me
marcó muchísimo. Nosotros somos herederos de esa cultura». Martínez Mengual
admite complacido que guarda un estrecho vínculo con el país heleno: «Quise cumplir allí los setenta años, en un
lugar muy especial para mí. Y fui».
El pintor se refiere también a
otro lugar muy especial en su vida: el taller, que no el estudio: «Un espacio sagrado a veces, otras veces maldito
o estimulante o decepcionante. Es poliédrico. Me gusta que se llame taller; no
me gusta que se llame estudio».
Martínez Mengual, que en
alguna ocasión se definió como un “coleccionista
de madrugadas”, asegura levantarse muy pronto para poner en marcha su proceso
creativo diario: «Comienzo muy temprano.
Continúo con la labor del día anterior, que suelo dejar más o menos preparada,
o comienzo a elaborar una nueva idea. Me pongo deberes… ¡y me lo paso muy bien!»
Pero antes del trabajo en el
taller el artista visita los lugares que le inspiran, lee, remarca, subraya, toma
notas, imagina, escribe… «Tomo
notas de lugares, de paisajes, de imágenes poéticas. Eso te hace tomar una
idea. Eso es la base. Después hay un proceso de trabajo que alcanza otros
niveles».
El pintor conoce muy bien a
las nuevas generaciones de creadores murcianos: «La Región tiene una gran y muy buena cantera de artistas, y creo que
eso va a ir a más». Recuerda con emoción Buscando un color, encontré una patria, su gran exposición en el Almudí
de hace un par de años, y ante la pregunta acerca de cuál debería ser el lugar
definitivo de parte de su ya extensa obra, el artista murciano responde con una
contundente reivindicación cultural: «La
Región de Murcia se merece un grandísimo museo. Sin complejos y sin tacañería,
con generosidad. Los murcianos tenemos que aprender a ser generosos con los
murcianos». Quien tenga oídos…
Y finalmente llega la hora de
entrar al “quirófano” y meterse en
faena, de crear una obra que, junto a las realizadas por los demás artistas que
protagonizarán los próximos programas, formará parte de una exposición en el
Ayuntamiento de Murcia y cuyo valor será destinado, según lo expresado por
Martínez Mengual, a Amnistía Internacional.
El pintor elige para su obra
el querido paisaje del río Chícamo, en la localidad de Abanilla. «Un homenaje a ese lugar donde hay un
elemento básico que son las palmeras. La verticalidad de la palmera es para mí
una provocación, una auténtica necesidad de pintar ese elemento». La elección
del color vendrá influida por los versos del poeta y amigo Francisco Brines «que en el poema nombra las palmeras como columnas azules. Cambia a azul lo que es verde o gris,
y el cielo lo deja libre de color… y él dice, sugiere, que con esas columnas
azules se mantiene el cielo.»
Y un día más, como cada
mañana, nace la caricia sobre el papel iluminado y comienza el baile de colores,
carboncillos, brochas, pinceles, cuencos de cerámica, esponjas… Un día más las
líneas danzan al son de Manos Jatsidakis, o de Eleni Karaíndru, o de una vieja canción rebética
de Esmirna. Un día más el pintor-niño cierra los ojos e imagina que repasa con
su dedo los colores del viejo zócalo de cerámica de su casa.
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Pueden
ver online el programa completo de «Una Región de Colores» dedicado a Antonio Martínez
Mengual haciendo click aquí.
Todas
las imágenes han sido extraídas del programa Una Región de Colores