Antonio Martínez Mengual
Fotografía: José Carlos Nievas
Ariana
G. Company - 27.02.2020
El nuevo proyecto de Antonio
Martínez Mengual (Murcia, 1948), titulado Lo Incierto, surge
de una experiencia sensorial y de un lugar en Grecia denominado Eleusis, una
«referencia a la historia de la mitología y a la diosa Deméter, venerada en el
lugar», explica el autor.
Su visita a la ciudad griega,
en varias ocasiones, le ha permitido elaborar un amplio proyecto pictórico del
que muestra una selección en la galería murciana Chys hasta este viernes, un
conjunto de obras cuyo diálogo se extiende desde la arquitectura de la sala
hacia el estudio del artista, donde reposan los trabajos preparatorios,
bocetos, esquemas, notas, libros y fotografías, fruto de una extensa
investigación.
La partes que componen la
exposición son cinco, «la primera, formada por personajes representados
alrededor de una figuración; después, un espacio que se corresponde con un
lugar exacto denominado Pozo de Eleusis; la serie Nocturno; las abstracciones,
tituladas El secreto de las palabras y, por último, Misterio, el episodio
final», aclara, que resume la idea de la muestra. Pero la visita comienza en el
exterior, en el escaparte, donde se exhibe «un paisaje real, una colina con un
área arqueológica muy grande que el visitante va recorriendo por partes»; es la
obra Rumor antiguo I, una invitación o introducción al tema.
«La figuración está ahí como
está aquí –afirma señalando una obra- y después hay un espacio más abstracto,
una arquitectura de un templo imaginado y derruido, que también controla la
mirada por los colores amarillos, dorados, y su combinación con el negro que se
convierte en verde y juega con la estructura», advierte. El color amarillo
marca el inicio del recorrido porque aquí la pintura emociona y produce
sensaciones: «es un color que a veces está maldito, pero yo lo considero básico
y fundamental para elaborar un trabajo».
La obra de Martínez Mengual
juega «a sentir la sinestesia –escribe el poeta ciezano Daniel J. Rodríguez en
el texto del catálogo editado con motivo de la exposición-. Los pigmentos
actúan como palabras que acarician la perfección del verso; el poema torna a
luz remota donde el verbo se convierte en un rojo intenso y el adjetivo
transmuta en el último azul manchado por la espuma. Aquí el suave susurro del
pincel cuando rasga el lienzo deriva en una remota melodía, cantada por los
hombres del pasado».
«¿Por qué hay tanto negro y
gris?, dirás»- se pregunta a sí mismo. «Porque el episodio es dramático. El
origen es una tragedia. Es un secuestro. Pero, ¿quién la secuestra? Ares, dios
del inframundo, entendido no como el infierno sino como la parte oculta de la
tierra –constata. La hija no está aquí representada porque la tragedia se
centra en la madre», sostiene.
Sin embargo, en esa referencia
al inframundo no está latente el componente filosófico: «la filosofía viene
después. Es el paso siguiente; cuando empieza a celebrarse el culto a la diosa
se origina una filosofía de la vida», aclara.
Las fuentes de este proyecto
nos conducen a Ovidio y los Himnos Homéricos, que sirven al artista como base
teórica, cuya investigación se completa con las visitas al lugar: «ahí aparece
lo sensorial, lo filosófico o lo místico, porque hay un sentido de las cosas,
de la vida».
Desde esta melodía cromática,
la emoción es un componente clave. «Es el origen. Estás allí descubriendo que
desde tiempo memorial y durante siglos se ha celebrado una ceremonia que ha
permitido el mantenimiento de la veneración de la diosa y el reconocimiento de
la tierra, del mundo, que ella otorga a la humanidad al enseñarnos el cultivo
de la agricultura, especialmente del cereal».
Un concepto muy amplio que
concreta en las obras «básicamente trabajando y tratando de retener esos pensamientos,
escribiéndolos o elaborando el trabajo –dice. Son pequeños capítulos
(personajes, palabra o tipos distintos de figuración) y mientras trabajas vas
pensando qué emoción me produjo, qué me pasó en aquel sitio, qué palabras son
las que he leído. Trabajo sobre una mezcla de interpretaciones e información. Y
también imagino, porque ese Nocturno es imaginado».
«¿La imaginación conecta con
el plano de la abstracción de forma directa?» -pregunto. «Sí, pero la
imaginación tiene que estar desde el principio, para la creatividad, para tener
el estímulo de buscar tu lenguaje y usarlo para formar la arquitectura de las
obras».
Asegura el autor que también
existe un factor sorpresa: «tienes que dejarte llevar por el cuadro porque
también impone sus ritmos y su idea. No sé si es el cuadro o tu cabeza, tu
cerebro, que a veces no controlas. Y también los materiales» –en esta ocasión,
acuarelas sobre papel y óleos sobre lienzo, componen este proyecto.
El empleo de la técnica en
óleo permite diversos efectos, «consigues diferentes texturas al superponer
capas de óleo, o bien con pequeños toques de pincel o con la utilización de
paletinas grandes que te van estructurando el cuadro, como esos rojos de ahí
[señala la obra Misterio]. Son superficies que van componiendo el plano de la
abstracción. Si me preguntas por qué hay tanto rojo te diré: por la tierra, por
la fertilidad. Y sobre los verdes, la referencia a la naturaleza es obligada en
mi obra».
Observamos una gran
sensibilidad en las piezas del artista, una extensión de su personalidad y de
su compromiso medioambiental: «siempre hay que poner sensibilidad. Es como un
filtro por donde pasa todo. A veces inconscientemente sale. Tú estás trabajando
y al final de la jornada te das cuenta de que hay un área donde has puesto una
sutileza, más cuidado, más atención. La sensibilidad siempre tiene que estar,
aunque sea una materia gestual; si no pasa por la sensibilidad no me serviría.
Si no me sirve a mí, no tiene sentido».
«Claro que se descarta obra
-prosigue. Luego se insiste. Se retoman [ríe]. Pero al principio dices: '¡Uf!',
esto no es lo que quería», explica.
Martínez Mengual afirma
sentirse muy bien con este resultado: «intento disfrutar cada proyecto, y este
especialmente, porque cuesta mucho llegar al espacio final, cuando haces a tus
hijos libres [refiriéndose a los cuadros], permites que vivan, que sean
ciudadanos, que sepan valorar lo que tienen. Esta galería siempre me trata muy
bien; a mí y a mis 'hijos'. Es un espacio amigo y de amigos».
Su pintura es reposada pero
mantiene una gran fuerza; para conseguir eso, su método de trabajo es «empezar
de forma figurativa buscando una forma, una figura, un paisaje; y el paso
siguiente es analizar lo que has hecho y darle sentido al tema. A veces me
detengo en un espacio como las granadas, como el caballo, o como las caras que
te están diciendo algo. No de forma detallada o figurativa, pero sí te están
diciendo qué elemento es. Después hay otros, como la palabra, donde piensas:
¿Cómo interpreto yo esas palabras? Porque tienen un contenido, una filología;
entonces aprieto el acelerador y busco la abstracción, lo que creo que decimos
con las palabras también».
En este ejercicio semiológico,
«estás viendo un cuadro pero también estás leyendo un poema, son palabras. El
equilibrio está en conseguirlo. Pero el espectador también puede interpretarlo
aunque no tenga esta información que estamos comentando. Entras aquí y ves la
exposición; muchas personas lo han hecho, incluso de otros países, que no
coinciden en la lengua y, quizá, tampoco en el pensamiento. Ese conocimiento no
es obligatorio para ver una exposición porque ante un cuadro una persona puede
vibrar, sentir una emoción, no tienes que entender la obra. Hay que perder el
miedo de entrar en los museos».
El autor no se refiere al
significado final de la obra sino «al mundo que había ahí, que está detrás:
creo que eso es lo que queda en el arte; si el artista ha conseguido expresarlo
con su lenguaje y el espectador es sensible al tema, algo quedará. Tú no eres
el mismo después de contemplar una exposición; tampoco somos los mismos al
entrar y al salir del cine, porque ya has entrado en diálogo con esa obra, sea
la que sea».
El poeta Daniel J. Rodríguez
define así la obra del artista: «Estas últimas creaciones, fruto de la
admiración, la lectura y la destreza, han roto con el miedo ante lo incierto.
Con la libertad del que solo espera la experiencia de dialogar con el lienzo o
con el papel, el artista se ha lanzado a los más desconocidos orígenes sagrados
de los griegos».
Lo incierto, título de la
exposición, se empapa de estas palabras: «Daniel dice que me he atrevido a
tocar ese mundo de lo incierto, por un lado frágil y por otro desconocido, que
genera emoción, sensibilidad, locura, gestos, un mundo unido, una materia
fundida a la que le vas dando forma. Él hace referencia a mis manos, que
contienen un fuego que va construyendo el trabajo».
La muestra es una continuación
de su proceder imaginativo y técnico, pero en la búsqueda de cada proyecto
afirma generar nuevas ideas: «trato de meter alguna cosa nueva, como estos
collages que son papeles de arroz pegados sobre papel de algodón antiguo, que
otorgan transparencia». Una técnica, ligada a lo emocional, «que busca siempre
una herramienta que se corresponda con la idea: a veces he pintado con hojas o
con unos pinceles que hago yo mismo. Si necesitas una herramienta, la
construyes».
Porque, en definitiva, hay una
parte del artista en cada obra: «te queda tu vida ahí puesta»; una metáfora
también del tiempo que, en su opinión, «no está valorado y debería ser la única
moneda de nuestra vida».
«A veces perdemos momentos de
alegría porque no somos capaces de sorprendernos y, otras, no valoramos
momentos de tragedia o de dolor porque lo damos por conocido. Hablo de cosas
políticas. Nos vamos moderando. Como individuo te vas aletargando, te
insensibilizas. Esos momentos de integraciones y panteísmos entre la persona,
la figura, el hombre y la naturaleza, que es su origen y su muerte, no se
valoran, y deberíamos hacerlo. No voy a hablar del Mar Menor [sentencia,
apesadumbrado]. No voy a hablar del Mar Menor [repite con la voz silenciada,
ahogada de emoción]. Porque el Mar Menor que conocerán tus nietos es incierto».
Antonio Martínez Mengual acaba
de cumplir 72 años y valora la salud: «es lo primero, que diría mi abuela. Hay
estímulos de la vida que te van diciendo que hay que seguir. Termine o no con
esta exposición, o en otro lugar, sigo trabajando, y me gusta tener proyectos
en marcha. No me gusta perder el tiempo. Me divierto en el taller. Mientras se
seca una cosa voy haciendo otra y eso genera un clima de inquietud que te anima
a trabajar», concluye.
Artículo original en laopiniondemurcia.es