27 marzo 2016

Imágenes de la memoria



 Los museos de Berlín. Óleo sobre lienzo - 150x 150 cm

‘He abandonado los recuerdos 
materiales y me he refugiado en 
la memoria'
                              P.V.

El paisaje, la mitología clásica y la poesía han sido los temas en torno a los cuales han girado sus últimos trabajos. Su nuevo tema han sido los viajes, pero no los viajes como actividad física –no estaríamos hablando de Martínez Mengual, en ese caso- sino ese poso sentimental, ese nuevo hombre que todo viaje vívido, intenso, existencial e interior provoca en cada cual.

El auténtico viaje es siempre interior, y esto lo sabe Martínez Mengual, y lo refleja espléndidamente en esos retazos de estado de ánimo que son, siempre, sus cuadros: ‘Decidí buscar en la memoria de mis viajes, en los recuerdos de las ciudades que he conocido, en los lugares en los que he estado'.

Por el camino encontró una frase -o quizás fue la frase la que le encontró a él: los hallazgos suelen salir a nuestro encuentro, son ellos los que deciden darse a conocer en formas aparentemente fortuitas y casuales- que espoleó su imaginación y que preside la exposición. Era del poeta egipcio Edmond Jabés, un desarraigado que supo interrogarse como pocos sobre nuestra verdadera identidad, y que interpretó de forma lírica el alcance de la memoria: ‘Sabemos que somos nosotros quienes fabricamos nuestros recuerdos; pero hay una memoria, más antigua que los recuerdos, que está ligada al lenguaje, a la música, al sonido, al ruido, al silencio: una memoria que un gesto, una palabra, un grito un dolor o una alegría, una imagen, un acontecimiento pueden despertar'.

Fotos y viejos recuerdos conformaron un magnífico material –‘para adentrarme en la esencia de las cosas'- que sirvió a este viajero del color y la forma para componer esos retazos de estado de ánimo que le produjo cada uno de sus periplos. 

El paisaje, la mitología clásica y la poesía han sido los temas en torno a los cuales han girado sus últimos trabajos. Su nuevo tema han sido los viajes, pero no los viajes como actividad física –no estaríamos hablando de Martínez Mengual, en ese caso- sino ese poso sentimental, ese nuevo hombre que todo viaje vívido, intenso, existencial e interior provoca en cada cual.

El auténtico viaje es siempre interior, y esto lo sabe Martínez Mengual, y lo refleja espléndidamente en esos retazos de estado de ánimo que son, siempre, sus cuadros: ‘Decidí buscar en la memoria de mis viajes, en los recuerdos de las ciudades que he conocido, en los lugares en los que he estado'.

Por el camino encontró una frase -o quizás fue la frase la que le encontró a él: los hallazgos suelen salir a nuestro encuentro, son ellos los que deciden darse a conocer en formas aparentemente fortuitas y casuales- que espoleó su imaginación y que preside la exposición. Era del poeta egipcio Edmond Jabés, un desarraigado que supo interrogarse como pocos sobre nuestra verdadera identidad, y que interpretó de forma lírica el alcance de la memoria: ‘Sabemos que somos nosotros quienes fabricamos nuestros recuerdos; pero hay una memoria, más antigua que los recuerdos, que está ligada al lenguaje, a la música, al sonido, al ruido, al silencio: una memoria que un gesto, una palabra, un grito un dolor o una alegría, una imagen, un acontecimiento pueden despertar'.

Fotos y viejos recuerdos conformaron un magnífico material –‘para adentrarme en la esencia de las cosas'- que sirvió a este viajero del color y la forma para componer esos retazos de estado de ánimo que le produjo cada uno de sus periplos.
 


De El Cairo al Mar Menor

Imbuido por recuerdos y sensaciones, el artista se sometió durante meses a un intenso trabajo. Fruto de ello ha sido esta selección de cuadros en los que asistimos a una serie de imágenes pasadas por el tamiz de sus emociones: ‘El mío es un viaje introspectivo. Me he liberado de la forma figurativa, aunque me he ajustado a colores. El trabajo final está muy elaborado'. Son imágenes que van de El Cairo a Berlín, de Venecia o Roma a Chicago, de Atenas a una calle del Mar Menor.

De la mano de Martínez Mengual, transmitidos por el insinuante trazo de unos pinceles que forjan emociones, asistimos a un poliédrico viaje que nos transporta a lugares donde confluyen el recuerdo y los sentimientos. Los de Martínez Mengual distan mucho de ser esos lugares-estrella que ocupan las primeras páginas de las guías para viajeros al uso. Lo suyo es –afortunadamente, para quienes pueden recrearse con sus pinturas- bien distinto. Un abigarrado mercado de Etiopía; el insinuante reflejo de un estanque en Damasco; una tormenta en medio de los depósitos del agua de Nueva York; un puente en El Cairo, un rosal en Roma, un árbol en Etiopía, un canal en Chicago, el cementerio de Venecia..., pueden contener innumerables matices para el fértil pincel de este pintor que convoca emociones con tonalidades diversas: ‘Ha sido una búsqueda muy importante para mí, me ha servido de mucho, y espero continuar hasta final de año otros temas para seguir por el mismo camino y elaborar finalmente un libro'.

‘Cada cuadro posee su propio proceso, su propia resolución', aclara Martínez Mengual. Es imposible no quedarse prendido de esos intensos retazos cromáticos que se confabulan en el lienzo para suscitar emociones. Como las que sintió el pintor junto a la tumba de nuestro ilustre paisano Ibn Árabi en Damasco, decorada con una primorosa cerámica azul: ‘Fue una visita muy impactante. Sus restos están en una mezquita de barrio. Recuerdo a mucha gente rezando. Todo con mucho respeto. Incluso hubo gente que rezó un Padrenuestro'. O los sentimientos que provocó la isla de Saint Michel, el cementerio de Venecia, un día de difuntos en el que cientos de personas llevaban flores a sus muertos a bordo de pequeñas embarcaciones.


Pinceladas más libres

‘Estoy muy satisfecho. En cuanto al trabajo en sí, esta exposición me ha servido, para librarme de referencias figurativas, para dar pinceladas más libres y, en lo personal, para buscarme por dentro, para abandonar los recuerdos materiales y refugiarme más en la memoria'.

Esa acción retrospectiva ha sido un reencuentro con emociones y lugares: ‘Después de un tiempo he reencontrado los sentimientos que me transmitió determinado sitio, he vuelto a recrear aquellas emociones. Quiero seguir trabajando en ese sentido, me ha servido de mucho, me ha liberado bastante'.

Los caminos de la fascinación son inexcrutables, casi tanto como la propia existencia, y se traducen en inesperados encuentros cargados de magia para el viajero atento. Por eso, de Roma, por encima de columnas y palacios, al pintor le quedó prendido al recuerdo un rosal. Y de Etiopía un árbol que servía de refugio y de sombra a las gentes y a unos niños –el árbol de la música - que tocaban la flauta encaramados en sus ramas.

Y es que, como afirma Martínez Mengual, ‘Para representar el lugar, a veces me aproximo a él, como si utilizase una macro, y, en otras ocasiones, utilizo una simple referencia'. Así sucedió en su recuerdo a Delfos , sugerida, a través de la presencia de unos pájaros sobrevolando la piedra solemne, en un aleteo que se vislumbra entre las ruinas. O en Chicago , donde la tamizada luz que se reflejaba en un canal habilitado para el paso de barcos despertó su imaginación. También la luz fue la culpable de su reencuentro con el Mar Menor – La calle de la luz - y su recuerdo de aquellos veranos de la infancia.

A veces es la vida lo que se cruza en el camino del artista: lo bullicioso de un mercado en Axum –Etiopía-, un puente en el Cairo, testigo de los escarceos de parejas; el dramatismo de unos pájaros asustados en una cueva de Abanilla ante la presencia de intrusos...

Otras veces se trata de algo mucho más intelectual: la emoción por el descubrimiento, como ese homenaje a los museos de Berlín –‘el cuadro más loco de la exposición', en opinión de Martínez Mengual-: ‘la ciudad de la cultura y de los museos, la escuela de la arqueología...', o el rendido homenaje a una civilización insuperada a través de varios cuadros: ‘No es fácil para mí este tema. Pienso que no ha habido otro pueblo que haya construido algo semejante. Empleé el rojo y el negro como homenaje a la cerámica, y el blanco como homenaje a la arquitectura'.

‘Imágenes de la memoria' es un viaje pluriforme, rico en matices y sugerencias, un viaje hecho de viajes –‘pasados por el filtro interior', recuerda Martínez Mengual- en el que cada cuadro, con su propio y particular proceso, supone una estación de paso, pero también un estado de ánimo: ‘Si la persona se plantea una búsqueda en el viaje, la pintura le puede facilitar el camino'. ‘Pero el viaje lo hace cada cual –aclara-. La pintura es una búsqueda: cuando viajas siempre descubres algo que acaba quedándose en tu interior'...



Publicación original: www.um.es


26 marzo 2016

Este mar azul




El viajero cruza los Propileos en sagrado silencio, igual que los antiguos atravesaban el umbral del templo en una ceremonia mistérica. Se detiene a admirar la solidez de las columnas del Partenón. Desde abajo suben los rumores de la ciudad que se derrama blanda por la llanura del Ática. Al fondo adivina el mar, siempre el mar; ese mar que da sentido y unidad al mito de Grecia. En estas tierras helenas –reflexiona- olvida esa insoportable levedad de un ser que aquí, en la luminosa simplicidad del vivir griego, adquiere contornos precisos y formas rotundas.

En Delfos, el ombligo del mundo, se afana por captar la esencia de un mar verde de pinos que resbala suavemente por las laderas. Después, en la isla de Chalki observa el exterior a través de la blanca ventana encalada y detrás, el horizonte azul. Días más tarde contempla extasiado en la pequeña playa cómo el mar se torna gris y oscuro al atardecer y comprende por fin qué vio Homero al hablar del mar color de vino. En el barco que le lleva a Ítaca la aurora de rosados dedos acompaña su travesía por la inmensidad de este pequeño mar. El Mediterráneo. El paisaje griego: pino, roca, mar y sol. Una tierra reseca forjada por el cincel de los poetas. Un mar que es a la vez promesa de aventuras, lugar de naufragios, nostalgia de la patria. El mar de la Romiosini.

De vuelta a casa el viajero se demora en la contemplación de postales, fotografías y dibujos esbozados en cuartillas. Abre los cuadernos y revisa sus notas. Hojea con mimo las ediciones de los poetas compradas en alguna librería de viejo en Atenas. Relee sus versos. Silabea una tras otra las palabras aprendidas en griego: θάλασσα, φως, ήλιος, νόστος... -mar, luz, sol, regreso-. Fragmentos dispersos que recompone en su memoria y sus afectos ¿Cómo dar materia a este mar azul infinito? (En su mente, el verso de Esquilo: El mar ¿quién podrá agotarlo?)

¿Qué textura dar a un pino, a una roca, al Egeo rizado por el meltemi? ¿Cómo trasladar a imágenes silentes tanta poesía? Ut pictura poesis. Atardece. Al compás de una delicada melodía de la Karaindrou, Odiseo, el viejo marino surcador de mares, narra con palabras milenarias qué se siente cuando luchas con las olas, y con la vida, mientras la sal y el sol te queman la piel. Seferis escucha complacido y, más allá, un descreído Tiresias propone desde el número 10 de la Rue Lepsius un acertijo: ¿Qué significan las Ítacas?

El viajero dispone el lienzo y los pinceles. Prepara las pinturas: azul, rojo, blanco, verde, amarillo… Alza la mano con los ojos y el corazón llenos de mar. Entre colores, el pintor encontró su patria.

Alicia Morales Ortiz

25 marzo 2016

Αυτή η γαλανή θάλασσα




Ο ταξιδιώτης διασχίζει τα Προπύλαια με ιερή σιωπή, όπως ακριβώς και οι αρχαίοι διασχίζανε το κατώφλι του ναού στις μυστηριακές τελετές. Σταματάει να θαυμάσει την ανθεκτικότητα των κιόνων του Παρθενώνα. Από κάτω ανεβαίνουν οι ήχοι της πόλης που χύνεται απαλή σε όλη την πεδιάδα της Αττικής. Στο βάθος κάνει την εμφάνισή της η θάλασσα, πάντα η θάλασσα, αυτή η θάλασσα που δίνει νόημα και ενότητα στο μύθο της Ελλάδας. Σε αυτά τα ελληνικά εδάφη – συλλογίζεται - ξεχνάει εκείνη την αβάσταχτη ελαφρότητα του Είναι που εδώ, στη φωτεινή απλότητα του ελληνικού τρόπου ζωής, αποκτά ακριβά περιγράμματα και οριστικά σχήματα.

Στους Δελφούς, τον ομφαλό του κόσμου, προσπαθεί να συλλάβει την ουσία μιας πράσινης θάλασσας πεύκων που γλιστράει απαλά κάτω στις πλαγιές. Ύστερα, στο νησί της Χάλκης κοιτάζει έξω από το λευκό ασβεστωμένο παράθυρο, και πίσω το γαλάζιο ορίζοντα. Μέρες αργότερα παρατηρεί εκστασιασμένος στη μικρή παραλία πώς η θάλασσα μεταμορφώνεται σε γκρίζα και σκούρα το ηλιοβασίλεμα, και επιτέλους καταλαβαίνει τι έβλεπε ο Όμηρος όταν μιλούσε για τον οίνοπα πόντον. Στο πλοίο που τον μεταφέρει στην Ιθάκη, η ροδοδάχτυλος αυγή τον συνοδεύει στο ταξίδι του μέσα στην απεραντοσύνη αυτής της μικρής θάλασσας. Η Μεσόγειος. Το ελληνικό τοπίο: πεύκος, βράχος, θάλασσα και ήλιος. Μια άνυδρη γη που δημιουργήθηκε από τη σμίλη των ποιητών. Μια θάλασσα που είναι συνάμα υπόσχεση περιπέτειας, τόπος ναυαγίων, νοσταλγία για την πατρίδα. Η θάλασσα της Ρωμιοσύνης.

Πίσω στο σπίτι του ο ταξιδιώτης κοιτάζει με τις ώρες φωτογραφίες, κάρτες, πρόχειρα σχέδια ζωγραφισμένα σε φύλλα. Ανοίγει τα τετράδιά του και διαβάζει τις σημειώσεις του. Ξεφυλλίζει με αγάπη τις εκδόσεις των ποιητών που αγόρασε σε κάποιο παλαιοβιβλιοπωλείο στην Αθήνα. Ξαναδιαβάζει τους στίχους τους. Συλλαβίζει μία μετά την άλλη τις λέξεις που έμαθε στα ελληνικά: θάλασσα, φως, ήλιος, νόστος ... Διάσπαρτα θραύσματα που αναπολεί στο νου του και στην ψυχή του. Πώς να δώσει φυσική υπόσταση σε αυτήν την απέραντη γαλανή θάλασσα; (Στο μυαλό του, ο στίχος του Αισχύλου: τη θάλασσα, ποιος θα μπορέσει να την εξαντλήσει;) Τι υφή να δώσει σε ένα πεύκο, σε ένα βράχο, στο Αιγαίο όταν σγουραίνει από το μελτέμι. Πώς να μεταφερθεί τόση ποίηση σε σιωπηλές εικόνες; Ut Pictura Poesis.

Βραδιάζει. Στο ρυθμό μιας ευαίσθητης μελωδίας της Καραΐνδρου, ο Οδυσσέας, ο παλιός αύτης θαλασσοπόρος, αφηγείται με χιλιετείς λέξεις πώς νιώθεις όταν παλεύεις με τα κύματα, με τη ζωή, ενώ το αλάτι και ο ήλιος καίνε το δέρμα σου. Ο Σεφέρης ακούει με ευχαρίστηση, και πιο πέρα ένας δύσπιστος Τειρεσίας προτείνει από τον αριθμό 10 της οδού Rue Lepsius έναν γρίφο: Οι Ιθάκες τι σημαίνουν;

Ο ταξιδιώτης ετοιμάζει τον καμβά και τα πινέλα. Προετοιμάζει τα χρώματα: μπλε, κόκκινο, λευκό, πράσινο, κίτρινο... Σηκώνει το χέρι του με μάτια και καρδιά γεμάτα θάλασσα. Ανάμεσα στα χρώματα, ο ζωγράφος βρήκε τον τόπο του.

Alicia Morales Ortiz